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Pues resulta que el que se suponía sería un intrascendente partido ante Paraguay por no jugarse dentro de una fecha FIFA, no fue tal cosa. El miércoles en Atlanta, y ya desde el martes, vimos un cambio en Gerardo Martino. Cambió el técnico y cambió la persona.
Por primera vez en mucho tiempo, o en muchos partidos, el Tata Martino jugó sin un 9 fijo. La baja por lesión de Henry Martín y de Rogelio Funes Mori, junto a la imposibilidad de traer a los europeos, dio paso a que Martino probara con la atípica figura de Alvarado. El resultado fue más que satisfactorio. México tuvo uno de los mejores primeros tiempos en la era del argentino al frente del equipo. El problema es que lo acompañó un viejo mal: el Tri no tiene gol juegue quien juegue y así se evidenció ante los guaraníes.
En partidos como el del miércoles, el resultado no importa viéndolo desde la relevancia que pueda tener, pero si se analiza en función del problema que tiene México para convertir, entonces se vuelve importante porque sirve para confirmar un problema que ni cambiando, Tata Martino puede corregir.
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El otro cambio del Tata, incluso más evidente, y sin duda, con mucha más repercusión, tiene que ver con el de la persona. Hasta antes de esta semana Martino había navegado tranquilo por las aguas de la selección. Nunca importó qué tan brava estuviera la marea ni cuántas olas chocarán contra el barco que Martino, como buen capitán, no parecía inmutarse. Pero ya desde el martes, previo al juego, la historia fue otra. El técnico decidió alzar la voz por la salida -hace ya semanas- de Gerardo Torrado al frente de las Selecciones Nacionales.
El entrenador argentino utilizó un tono inusual en él. Cuestionó la decisión de sus jefes; incluso la confrontó. Y se mostró muy poco dispuesto a recibir con brazos abiertos a Jaime Ordiales, el elegido para ocupar el puesto de Torrado.
No está mal que cualquier empleado inconforme con ciertas tomas de decisiones alce la voz. Simplemente sorprende que lo hiciera alguien que hasta ahora no había mostrado ningún interés en ello.
La puesta en escena de Martino continúo después del 1-0 ante Paraguay. El Tata se lanzó contra sus críticos y, por primera vez, se le vio molesto y, sobre todo, incómodo con su entorno. Desde su estilo, el técnico del Tri cuestionó las formas de ver y analizar a su equipo y hasta el comportamiento de la afición.
Tampoco es que esté mal que un entrenador se manifieste de esta forma. Martino no es el primero y no será el último en hacerlo. Pero de nuevo, ha sido sorprendente verlo en esta postura.
A 80 días del Mundial el Tata decidió cambiar. La duda que nos queda ahora es la razón que provocó el cambio. ¿Martino busca más y mejores variantes para su equipo y está interesado en tener una mejor prensa en México? o, ¿Martino está desesperado por encontrar soluciones en su equipo y harto de todo lo que rodea a su cargo? Que cada uno elija.